Lo escuché y siempre me ha ayudado. Deja de “cavilar”, de preocuparte por las cosas y siéntate a contemplar las grandezas que hace Dios.
Eso es lo que hizo José a quien superó todo lo que ocurrió en su vida. Su esposa, la Madre de Dios, y él mismo haciendo las veces de padre.
Y es que eso es la vida de cada hombre: sentarse a ver las grandezas de Dios con cada uno de nosotros.
Seamos prácticos: cada vez que seguimos nuestra estrategia, nuestros esfuerzos, nuestras “cavilaciones” no “añadimos un solo pelo a nuestra cabeza” y por más Armani que compremos, no igualamos “a un solo lirio del campo” que hoy es y mañana no está.
¿Imaginas? Esto solo consiste en levantarte por la mañana, saludar a ese Dios que tanto te quiere y preguntarle: oye, ¿Qué tienes hoy preparado para mí? Si, porque sé que este día tú lo has pensando desde hace una eternidad, y estás feliz pensando que ese momento ha llegado y que me mostrarás tantas cosas como has pensado para mi este día. Lo único que quieres es que me siente a contemplar tus proezas en el alma de quien te quiere.
No sé lo que vendrá hoy. Solo sé que sea lo que sea, tú lo has pensado antes, y que las 24 horas de este día son 86.400 segundos que tú has pensado antes buscando lo mejor para mi alma.
Nadie como José supo entenderlo. Nadie como él supo ponderar cada uno de esos segundos.
