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“Al cumplirse los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido”

San Lucas, 2,21

Jesús es su nombre

Las cosas poco a poco se van ordenando y José y María han ido adecentando la cueva como han podido.

En Belén ha conseguido algunas provisiones y las cosas más elementales. Las herramientas, que siempre lleva contigo, le han permitido hacer algunos de los utensilios más básicos para María. Incluso han conocido a los vecinos más cercanos. Gente sencilla que les ha ofrecido su ayuda y hospitalidad.

En el recuerdo permanecen aún muy vivos esos momentos tan especiales: el instante del nacimiento, el coro de los Ángeles, los pastores que fueron avisados…

A los ocho días toca circuncidar al Niño como marca la Ley. Todo lo marca la Ley, aunque a José le cuesta aceptar las interpretaciones que hacen los fariseos y sacerdotes. Pero no se permite que su criterio sea mejor que el de ellos. Lo respeta.

Circuncidar al Niño. En un primer momento se ha resistido. En él no es necesario. Está convencido. Él es el Alfa y Omega, el principio y fin de todas las cosas. El da sentido a la Ley. Es María quien ha disipado sus pensamientos con una suave sugerencia. María confía en José. Lo ha hecho desde el mismo instante en que se prometieron, y le ha seguido en cada una de las decisiones pequeñas o grandes que ha ido tomando. Ahora, cuando ve a José sumido en la duda, tampoco se ha impuesto. Tan solo le ha reafirmado en lo que ya sabe en su conciencia.

Han ido como unos padres más en el pueblo de Israel. Conocen bien la costumbre. Ha sido muy rápido, pero el dolor del instante les ha sacudido. Duele tanto cualquier cosa que le pueda afectar… hasta que han oído pronunciar al Sacerdote el nombre de Jesús. Se ha cumplido como dijo el ángel.

Luego el sacerdote que ha realizado el rito se lo ha entregado. Es María quien lo ha acogido en sus brazos, y el niño ha dejado de llorar. Ya está. Ya ha pasado todo. Ya está en los brazos de su madre. Ya no pasará nada más. Y el niño descansa.

Todo se ha cumplido.

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