Desde que se ha enterado no para de darle vueltas. Cómo es posible que María tenga que irse a Ain Karin para ver a su prima Isabel. Son más de cinco días de travesía por un camino árido y peligroso, incluso para un hombre fuerte. Y además tiene prisa por irse.
Lo ha comentado esta mañana con esa sencillez de ella que desarma. Nada hay tan fuerte como la inocencia. Se ha enterado, nadie entiende cómo, que su prima está esperando, y ésa es una llamada a la que María no sabe negarse.
No lo comprende, pero no se atreve a preguntar. No sabe de nadie que en los últimos días haya llegado o pasado por el pueblo trayendo la noticia. Y es tan pequeño, que allí se sabe todo.
Pero no duda. Sabe que cada palabra de María es cierta como el aire. En María no hay doble sentido, ni doblez en su forma de hablar. Sencillamente dice las cosas como son.
Tiene que irse y además pronto. Lo ha comunicado con la decisión de quien tiene una misión. Isabel la necesita, y eso es lo único importante.
José respeta y quiere a María por encima de su propio criterio. No se opone a su voluntad, ni siquiera en las cosas menores. Nadie ha podido imaginar una historia de amor como la de ellos. Si amar es querer al otro por encima de uno mismo, nunca un hombre quiso a una mujer como José quiere a María.
Cuesta comprender. Isabel es ya anciana y solo un milagro podría hacer que estuviera embarazada. Entiende aún menos esa urgencia. Sabe lo mucho que quiere a Isabel, de su especial unión pese a la distancia. María se desvela por la última persona de su pequeño pueblo, pero cuando se habla de Isabel se le ilumina la cara. Nada la detiene cuando se trata de ocuparse de los demás. Si al menos pudiera retrasar algo su marcha, se podría organizar mejor.
Le desconcierta la decisión de María. Nunca la había visto tan convencida de algo. Es como si sintiera que debe cumplir una misión y pronto. José siente que algo sucede, pero no alcanza a comprender.
Lo ha pensado durante la noche, pero le ha bastado ver a María preparar las cosas para tomar la decisión. La acompañará. Irá con ella hasta la casa de Isabel, y solo cuando se asegure de que está bien, regresará. Además, así podrá organizar con Zacarías la forma en que María regrese. Es un hombre bueno, reconocido por todo su pueblo, y él sabrá cómo actuar. Además, justo el día anterior una caravana ha hecho parada en Nazaret. Van en la misma dirección y podrán sumarse a ella durante parte del recorrido.
Si Isabel está embarazada, se trata de varias semanas, tal vez meses y el deberá regresar antes, pero no está dispuesta a que María viaje sola. Es su Esposa a la que ha prometido cuidar cada día de su vida, y no imagina la idea de separarse de ella tan solo un segundo.
José, que ha cedido al fin, prepara el borriquillo que servirá de montura. Descansa en el prado, y quiere darle doble ración de heno para el camino.
La caravana ha arrancado con prontitud. Todas lo hacen. No les gusta detener el paso en los pueblos donde paran. José ayuda a María a subir sobre el borriquillo mientras ella le regala una sonrisa que sabe a cielo, un cielo que ahora mira pidiendo a Dios y sus Ángeles que los acompañen. Y siente la paz de que será así.
