En uno de los extremos más lejanos de ese imperio, en concreto en el punto 31º latitud norte, 34 longitud, existía una región con menos de 25.000 Km. cuadrados llamada Palestina
De hecho, era un país tan pequeño que apenas representaba interés para los romanos que la despreciaban profundamente, y que incluso, llegaban a odiarla por su hostilidad y su empeño en creer en un Dios único. Era, por entonces, y seguirá siendo así en toda su historia, uno de los países más pequeños del mundo. Dominado por la profunda depresión, que a lo largo de todo el país ha ido formando el río Jordán, tenía como principal curiosidad, ser la región del mundo, donde el cauce del río en vez de ir hacia el mar, busca primero embalsamarse en los lagos de Tiberiades o Genesareth, para desembocar en uno de los espacios más profundos del planeta: el mar muerto.
En realidad, al comienzo se llamó Canaán. Más tarde Judea, por ser Judá la tribu más importante, para llamarse finalmente Palestina, nombre puesto por los romanos en honor de los filisteos (Philstin) sus eternos enemigos. Curiosidades de la historia.
Ese fue el lugar. Un espacio que el pueblo judío ocupó 1.500 años antes. La tierra prometida no suponía más de 250km de norte a sur. Un color a roca vieja, dominaba un relieve donde se alzaban pequeñas montañas redondeadas por el paso del tiempo. Pisar esa tierra era tener la seguridad de estar pisando uno de los lugares más antiguos de nuestra civilización, zona obligada de paso para las caravanas que iban y venían entre Egipto y Mesopotamia.
La Palestina de ese tiempo estaba compuesta por cuatro regiones bien diferenciadas: Judea, Galilea, Samaria y Perea, aunque sólo las dos primeras tienen interés en esta historia.
Judea era una tierra bastante vulgar, con un paisaje dominado por los campos de trigo o las viñas. Los pozos de agua eran un punto estratégico, posiblemente la referencia más importante que tenía que tener cualquier población. El interés de esta región se basaba en que allí estaba Jerusalén, la ciudad Santa, además de el centro, político e intelectual: 40.000 habitantes distinguidos, más de 100 torres y 400 sinagogas, sin contar las casi 80 escuelas mayores, eran algo de lo que los judíos se sentían profundamente orgullosos.
La otra región importante era Galilea, la galilea de los Gentiles, el lugar donde más tiempo pasará Jesús a lo largo de su corta vida. Era la región más fértil, dominada por hombres laboriosos, valientes, impulsivos y pendencieros, que aguantaban mal a los romanos empeñados en dominarlo todo. Su cercanía a Fenicia y Siria hizo que las tradiciones farisaicas se volvieran algo más liberales. Nazaret, Cafarnaúm, Betsaida, Magdala, Corazaín, Tabor, Caná o Naim, se convertirán en nombres de pequeños pueblos que resultarán familiares a la humanidad el resto de los siglos. Poblaciones, donde el cereal, la mostaza, el lino, los lirios, nardos arbustos de áloe, el eneldo, la menta o el comino, resultaban tan normales como la tierra que se pisa.
Esa era la tierra prometida a un pueblo especial, el más especial de cuantos ha tenido la historia. El pueblo escogido por Dios para ser suyo, su propia raza. Un pueblo, que, como ningún otro, sentía que las cosas de Dios eran sus cosas.