Todo comenzó hace 38 años. Yo no tenía ni idea de quien era San José. Como tantos sabía, simplemente, que había sido el marido de la Virgen María a quien Dios había dado el encargo de hacer de padre de Jesús en la tierra. Sinceramente sabía poco más. Apenas se le nombra, no sé le conoce una sola palabra, y cuando más le tenía presente era cada año al poner las figuras de belén. Poco más.

Un día asistí a la charla de una persona que nos habló sobre San José. No recuerdo casi nada de lo que dijo. Tan solo recuerdo que mencionó a Santa Teresa de Jesús, posiblemente uno de los santos que más devoción le ha tenido. Se atrevió a leer uno de los textos de la santa: “Por eso querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras sea devota y le haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Me parece que, desde hace algunos años, que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para mi mayor bien. Si yo fuera una persona que tuviera autoridad para escribir, de buena gana me alargara en decir por muy menudo las mercedes que este glorioso Santo nos ha hecho a mí y a otras personas… Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”

De aquello si que me acuerdo con total nitidez aún 38 años después: “quien no crea que san José concede todo lo que se le pide, que lo pruebe”.  Eso si que me pareció todo un reto en una sociedad moderna, como la nuestra, acostumbrada a que las cosas se producen solo cuando responden a planteamientos racionales, calculados y a ser posible muy científicos. Yo por entonces tenía 22 o 23 años y estaba terminando mis estudios de Derecho. De hecho, estaba ya orientado a la búsqueda de mi primer trabajo, pero la empresa donde yo quería trabajar se me antojaba imposible: se llamaba por entonces Pricewaterhouse (actualmente PWC) y era una multinacional de origen norteamericano donde el primer requisito era saber hablar bien inglés. Debo admitir que mis conocimientos de esa lengua eran escasos o nulos (aún hoy siguen siendo muy pobres). Y ahí es donde recordé la frase de Teresa de Jesús: “quien no crea que San José concede todo lo que se le pide, que lo pruebe”.

Y eso hice. Le dije a San José: Yo quiero trabajar en Pricewaterhouse. Recuerdo, incluso, que en mi osadía, un día que pasaba por delante de las oficinas de Pricewaterhouse le dije a la que era mi novia (actualmente mi mujer) que yo trabajaría allí. Yo creo que ella me miró con cara de pena, pues ella si sabía muy pobre dominio del inglés. El final de la historia es fácil de reconocer: terminé trabajando en Pricewaterhouse. De hecho, creo que debo ser de las pocas excepciones en toda la historia de la firma de una persona que se haya incorporado sin saber hablar inglés.

Y es que San José concede todo lo que se le pide. Y cuando digo todo, es todo. Han pasado 38 años desde entonces y solo puedo decir que en este tiempo no ha dejado de concederme ni una sola cosa que le he pedido. Además, últimamente ha aprendido a hacer bizum, y debe ser que le encanta la aplicación, porque no para. Solo una cosa más antes de que empieces a probarlo. Tienes que estar preparado. Es muy fuerte lo que te viene de ver que todo ocurre: ¡todo! Te dará hasta vértigo. El es así y si sigues leyendo entenderás porqué.